¿Que qué tan divertido es ser una
chica bonita?, no sé, pero si necesitas
mucho saberlo, puedo preguntarle a mi hermana.
Qué divertido es andar con ropa
interior los sábados por la tarde, es porque hace calor, el calor que te hace
servirte agua con fresas congeladas y retoños de menta, tumbarte en el sillón y
escuchar el tráfico, mientras piensas cosas como: sobre todo no quiero ser una
débil margarita, porque las margaritas están pasadísimas de moda, no en un modo
vintage, y porque soy una mimosa, no
como la planta, como el adverbio.
Seguramente los padres de muchos
de ustedes corrían, mi abuelo era ciclista, era porque ya no lo practica, mi
padre era atleta, era porque ahora practica natación y su némesis es una niña
de ocho años, y recuerdo que cuando yo era adolescente y mi padre me platicaba
de lo magnífico que era correr yo solo podía hacer una mueca, como la que hace
el príncipe Felipe en la Bella durmiente, porque recordaba cuando de niñas mis
padres nos llevaban a la deportiva de uno de los pueblos vecinos para correr en
la pista de atletismo, y era horrible, no podías respirar por la boca, no
podías comer nada pesado antes del entrenamiento y solo podías tomar suero
terminando, y juro que lo único que pasaba por mi mente mientras corría era que
tenía hambre, sed y que odiaba a todos; por eso no entendía cómo a mi padre le
fascinaba correr, aparte sin música, y eran entrenamientos muy pesados, en el
Nevado y cosas así, maratones y carreras de velocidad, insisto, no entendía y
me parecía exagerado o “raro” que hablara de cosas como despejar la mente,
analizar situaciones difíciles o apaciguar emociones, nah, cosas de grandes,
igual cuando tenga treinta empiezo a hacer ejercicio, eso decía, porque yo era
el artista y la oveja negra de la familia, pues resultó que empecé a hacer
ejercicio en la universidad, y que aunque no fue tan agradable, me hacía
cansarme y se sentía bien, después cuando comencé a trabajar también hacía pero
luego como todo era “pesado y cansado” dejé de hacer.
Recuerdo mucho a una compañera de
la preparatoria que escribió algo como ¿cómo
te purgas al amor de tu vida?, y a uno de mis mejores amigos diciendo ¿cómo sanas un corazón roto?, bueno, eso
sigo sin saberlo, yo no creo que como tal exista una “sanación”, y ¡al diablo,
quién quiere sanar!, eso también está pasado de moda, prefiero andar con mi
corazón roto por todos lados a intentar ponerle un curita, al diablo, los corazones
rotos son encantadores, pues como dije, no tengo idea de cuál sea el remedio
para el mal de amores y si alguien lo sabe no me lo diga, lo que sí le hace
bien al corazón, roto o no, en la primavera es el agua con frutas congeladas y
menta, eso sí, un montón de risas y resultó que también correr. Empecé a correr
porque me sentía ansiosa y estresada, y resulta que es muy divertido, recuerdo
a papá porque mientras lo hago pienso ciertas circunstancias y de algún modo he
perdido miedo de pensarlas, la verdad no sé si todos los adultos (y los que
somos intentos fallidos) corren por las mismas razones, y claro supongo que no,
unos por salud, otros porque tienen perros, y el jueves pasado pensé: de verdad
todos los adultos que corren, ¿corren o huyen?, yo no creo estar huyendo, pero
solo pasado el tiempo confirmaré esto, ¿ustedes corren?, y si lo hacen ¿de
verdad están corriendo o están huyendo?
Qué divertido es tumbarse en el
sillón y leer mientras todo gira, unos minutos para ti mientras piensas en la
persona que te encanta y sus odios por la fruta… no se puede tener todo en la
vida, y qué desagradables las personas que tienen perros y te dicen “no hace
nada”, pero vamos si a alguien le dan miedo los perros que te hagan nada o no,
no importa, la oscuridad no hace nada y los niños se hacen pipí en los pantalones, aparte ustedes son los dueños de los
perros, que no les hagan nada a ustedes no significa que a los extraños no les
hagan. Por eso no corro en los parques.