domingo, 23 de junio de 2019

Las sirenas


Recomendación: escuchar antes y/o después de leer Linda de Hinds











Si cedes al sueño, sucede... 



En el solsticio de verano, las sirenas de piel de chocolate salen a saludar a los marineros. Y cantan.


El sol de la tarde es más rosa, un poco más dulce, y lo llena todo de caramelo y en el mar… las sirenas, cantan.


Cantan y estamos en peligro, poco a poco, morimos.


Mientras llovizna y las gotitas de agua descomponen la luz, las sirenas, cantan y se les figura que la vida es una ensoñación y cantan. Los marineros cerramos los ojos y tememos morir de tanto… de tanto.


Dicen que todos sus besos cambian de sabor durante el día, pero la sal de mar siempre se encuentra en esos labios
Y si van a saber a chocolate en las tardes, a caramelo en las noches y a blueberries en las mañanas, la sal siempre estará en nuestros labios.
La sal de sus castillos, fortificaciones blancas y enormes.
La sal de nuestras lágrimas, que junto con la dulzura de la tarde es arrastrada hasta el mar, que lo limpia, que lo mece todo. Se hace el silencio.


Las sirenas de chocolate cantan lejos, tan lejos, y sus besos son poemas que armamos mientras cerramos los ojos e imaginamos esas manos tocando nuestro rostro, esos labios besando nuestros párpados y sólo para nosotros, sonriendo.



Y si las sirenas cantan para destrozarnos, entonces, me bañaré en el mar y la sal, lo curará todo.

Esta noche no voy a atarme al mástil.

Si las sirenas cantan para destrozarnos, que el mar después lo cure todo.