sábado, 29 de diciembre de 2018

Los muertos


La recomendación esta vez es leer y una vez que has terminado, escuchar Si no te vas, de Vargas, sí, me atrapaste, ayer vi Julieta, el texto es de hace unos días, no puedo decir cuántos para no delatarme.













Se necesita creatividad para hacer revivir a los muertos, pero se requiere valor para dejarlos en su tumba.


Los muertos necesitan narcisismo para sentirse tan presentes como en vida, pero requieren humildad para saber que han dejado de ser.
Los muertos no regresan, no escriben, no escuchan, no ven.
Las cartas póstumas, que en vida se esperaron, son sólo espejismos.
Las voces se pierden y no hacen eco, únicamente lo pronunciado con aliento vital perdura.
Los muertos no necesitan flores, no necesitan luto ni memorias.
Los muertos no regresan, no escriben, no escuchan y no ven.












A Víctor, mi mejor amigo, a Brave, a mis hermanitos burlones, a las personas que no pudieron y a las que no quisieron quedarse, y a los valientes que sí, sí, a ese puñado también.










domingo, 23 de diciembre de 2018

Su nombre














Mi mañana gris, mi debilidad de frente pálida.
Sé que en ti vive un demonio negro, el que se pasea en tus entrañas.
Cada día es un pesar, una molestia, una falta de sangre en las mejillas.


Mi cardo azul de naturaleza torcida
Mi estrella, mi noche helada.
Se extinguió tu salud de ninfa y te volviste la enfermedad entre los bosques.


Y paseas entre los ciruelos y el silencio
Y nos cubres con tu manto
Con tu piel divina
Con tu abrazo y con las lágrimas de tus pecados.


Este amor maldecido, nuestro.
Se vuelve una estrella, en la noche, en su cielo.
Santifico tu piel, tus lunares, tu nombre.
Y con cada mirada, me cubre tu reino.

Me llenas de terror, y aunque nos congela tu veneno,
Hágase tu voluntad
En la luz descompuesta, en este infierno y en el cielo.


Camino detrás de ti y suena la música más triste
Tú no tienes voz, pero lo inundas todo
Te persigo y jamás te alcanzo
Te esfumas entre los fantasmas viejos de los cedros
Y tu amor me consume
Tu brillo, tu fugacidad, me enferman
Tu ausencia me horroriza


Suena la música más triste...
Tú, sin tener voz, me estás matando










viernes, 21 de diciembre de 2018

Mientras Liz llega...




Para leerse escuchando The Expert de Sure Sure, comiendo helado en ropa interior color naranja, o algo, no sean aburridos.





Yo quería que fueras tú, algunas veces.
Y quería darte el soplo del amor, para que sanaras, pero me aburría
Y nunca supe de qué estabas enfermo
Es de verdad, no juego con las palabras.
Estabas enfermo, te dolía, tú me dijiste un sábado, y yo me destrocé

Fue en un cumpleaños de mamá
Y aunque comí pastel y palomitas de maíz en el cine, de repente recordaba y me asustaba
Quería que estuvieras bien por ti y por mí.

Y una pizca de credulidad me hacía sentir esperanza, pero se terminaba tan rápido como los confites de diciembre.

Y pensé esa noche, mucho, mucho en ti, en tus heridas,
Quería abrazarte
Quería llorar un poquito, por tu malestar
Quería que me abrazaras
Quería sentir tu cabello rizado y negro, pero me venció el sueño.

Y cuando decías que me necesitabas a mí, primero me asustaba y luego me reía, ¡fantoche hasta el final!, es divertido el juego, ay qué amables son las mariposas.
Eres mi compañero de juegos más reciente, más divertido, somos niños que juegan a parpadear, el primero que se enamore, pierde. Pero sabemos que ninguno va a perder y es divertidísimo.
Eres mi primo perdido,
Caminamos tomados de la mano y me prometes todos los besos y te los pido todos. Y reímos poco, pero hablamos mucho.

El cielo de diciembre, dudo que sea testigo de otra cita.
No sé si tengo que escribirte, si soy invasiva
Me encantas algodón de azúcar y me fastidias también.
El soplo de amor se convirtió en una menta antes de un beso. Como todos, como siempre.

Tú no sabes pero odio las bebidas frías, el smoothie era el pretexto para el beso, no me retes con tus desapariciones y tus actos correctos. Puede que al final no seas el único que haga magia, no sé, tal vez yo también pueda decir ¡abreq ad habra!, me ves y ahora no me ves.

domingo, 16 de diciembre de 2018

El color del infierno

















Ya sabía yo que no era una dicotomía inválida, mucho menos inocua, acabo de leer “Cuore”, de Tiziano Scarpa, una traducción del número de la revista de la universidad en el que  publicaron “El calor de mis venas” de Víctor, mi mejor amigo, y bueno, no pude evitar las lágrimas, leo… Niños, leo con mi moño rojo, porque es mi favorito, leo con mi moño rojo de terciopelo, como buen augurio, ya saben que las palabras a mí me salen cursis, no puedo evitar hablar de este modo, medio grosero, medio sentimentaloide, y me choca como no se imaginan.

Sabía, bueno, sospechaba que este vaivén, estas mitades, eran válidas y si bien, no presumibles, sí coherentes, pero ¿coherentes con qué?

Cierro los ojos y agradezco, te agradezco a ti mi amor en salmuera. Mi-a-mor-en-sal-mue-ra. Te agradezco, aunque sigo confundida, ¿te quiero?, ¿te quise?, ¿te seguiré queriendo?, ¿ciertamente, llegué a hacerlo?, no sé, sigo confundida, y mírame, te llamo “mi amor”.

Pero te agradezco que, creo, te conserves, en esta agua saturada, te agradezco lo único que se te puede agradecer, la desgracia y el dolor, porque es una maravilla, de no ser por ti, este moño no funcionaría como amuleto de buena suerte. Cierro los ojos y las hojas de los colorines, caen. Tenías el amor más quebradizo, las cosas más simples como pincharse el dedo con un alfiler, nos separaron. La distancia, siete horas de diferencia, tus miedos, tus mentiras.

Cierro los ojos y agradezco, caminar paso a paso por este salón tapizado de velvet rojo, con sus lámparas pasadas de moda y sus acabados dorados, ¡qué pinche fastidio!

La euforia me toca con sus tentáculos y luego me abandona, me asquea, me asquea esta habitación mefítica y lúgubre. ¿Adónde fueron tus agallas?, ¿adónde terminan mis entrañas?

¿Vieron eso niños?, algunas veces esas cosas me pasan. Estoy en el jardín de magnolios y de repente, por la noche, toda la sangre me azota de golpe, llega como un monstruo gigante que sale de un pantano negro, de nuevo, de noche.
Todas las noches despierto para tomar agua, para respirar o llorar un poco, todo esto por las pesadillas.

Mi amor pasado, te dije que hasta en la primavera hay putrefacción. No. Yo no quiero abrir este domo de vidrio, no, probé los duraznos, tú me viste y luego te fusionaste con ellos y te encerraste, pero eso no es mi culpa y hasta aquí termina la hazaña sensorial. Tus Drosophilas, y el verdor de tus otros dípteros, sus zumbidos, si quieres hasta los versos del poeta español, quédatelos, velos como esmeraldas que han de coronar tu… ímpetu, tu gloria, tu magnificencia. Ay mi huracán, mi niño a destiempo, mi imbécil Amadís, quédatelos esa es tu parte de la historia.

¿Debería temer la falta de lógica de estas letras? No. Qué no, qué no, qué no. Que tengo un amuleto te he dicho, esto es un recorrido grácil y circunspecto, no tomes notas, ¡por dios! (o ¡por Dios! Para provocarte), no tomes notas, esta calígine no es un mito, no goza de un nombre ni de una reputación como la de la tramontana, pero existe, es un malestar que me asalta algunas veces. No tomes nota, si quisieras recordar, basta con… pronunciar mi nombre. Recordar que soy eso, un demonio en una ostra.

¿Deberías, tú, temer la falta de lógica de estas letras? No, por supuesto que no, estamos caminando en esta galería de velvet rojo, estamos viendo escenas del purgatorio, porque el infierno es un lujo al que no puedo si quiera aspirar, no sé tú, yo sólo camino, no soy Beatriz, pero vamos, tampoco creas que tienes un papel de protagonista italiano. Mi frambuesa, mi tintineo, camina.

Abro los ojos y de nuevo, el mosaico, esta vez toco del color sano, los ventanales de los colores del cuento del danés de la moneda de ese país, no importa el amuleto, no importan las diazepinas, tengo pase VIP a los confines del Tártaro. Niños, esto no es un perfume que se coloque en las sienes y en las muñecas, esto es azufre, quema, arde, pudre. Mis ojos no mienten. Mis ojos se cansan.

Cierro los ojos y agradezco a mi amor en salmuera, y la salmuera se mezcla con las lágrimas, y sí, regresan al mar, de ahí vienen, allá van, pero no quiero más esta negrura, esta demencia sepia y añeja. Agradezco entender “Cuore”, agradezco el altar de caracolas marinas y luz descompuesta, pero no puedo más con el mareo.
Me desgasto, me agoto, me extingo.

Prendo la primera vela de la corona de adviento, no recuerdo el color, porque ahora todo pareciera ser impertinente y agrio como la mostaza.
Prendo la vela, con miedo, porque los fósforos, quieren ayudarme a germinar con el “roza y quema”, pero tú no sabes nada de agricultura.
El primer fuego es captado en una segunda toma mientras se hace un cameo de este malestar, de esta hipotensión.

Es algo, en primer plano, como… no sé, perdí la imagen.

Pese a la ayuda, que rechazo, de los fósforos, me estoy haciendo más pálida y más ausente, pero, pareciera, que por fin toda esta sala nacarada, mi ostra, está haciendo su labor. Pareciera que voy a poder ganar el derecho de salir.
Es como con las crisálidas, mientras mutas, duele, no creo que vaya a tener alas o un tercer ojo. Mientras pasa lo que tenga que pasar, lo que por derecho orgánico y poético me corresponde, este mareo me termina, está bien, sólo así podré por fin, salir de esta sala roja, hedionda y molesta, de este overthinking pueril que pareciera ser la última savia que corra por estas venas, antes, sí, antes de dejar de ser esta que soy, y continuar con la siguiente.

Si salgo al final, yo emparejo la puerta, sí sales después, la emparejas tú, tengo llave, de vez en vez, seguro doy un vistazo a estos pantanos, a estas quimeras, a estas luciérnagas de roja luz, ahora más serena, sana, más amable conmigo, con estas criaturas, con estas criaturas entre las que estás registrado también tú.







lunes, 10 de diciembre de 2018

El invierno es el pretexto
















Hoy mientras salía de planta, del proceso de manufactura de una forma farmacéutica semisólida me daba un ataque de risa porque estaba realmente cansada y quería irme, y claro, sólo por eso el destino me puso junto al grupo de mantenimiento que recibía una capacitación, en fin, el punto es que tardé en el elevador más de lo normal, pues sí, porque ya quería irme *cara de ironía*. Mientras estaba en el elevador, y después del ataque de risa a escondidas, que nadie pudo ver porque estaba hasta el fondo, con unos diez chicos, me puse a pensar que este invierno, lejos del estrés académico-laboral, no creo que lo vaya a padecer tanto, desde el punto de vista de la saturación visual, yay, hablo de las luces navideñas y los árboles y todo ese color rojo que lastima, en ese momento recordé mi color de cabello…

Ayer mientras recogía algunas cosas en la habitación de la casa de mis progenitores (lo pongo en cursivas porque la palabra es apropiada y vintage rayana en lo cursi, no porque dude de la herencia genética) encontré un tinte color rosa que compré hace algunos meses y me coloqué en el cabello, el resultado fue… al principio era de un coral un poco pronunciado, que me emocionó, y por la noche cuando llegué a casa me asustó, creo que no estaba emocionalmente preparada para ese color, después tomé una ducha y el agua que caía tomó un poético color rosa, supongo que lo apliqué no del todo bien porque ¡ploop! El color desapareció (inserte aquí una analogía del amor que termina orgánicamente y ¡ploop!, pasa), y bueno, esa es la historia insignificante del color del cabello.


Como sea, creo que me sienta bien estar lejos de las luces navideñas, de esos ritmos decembrinos de canciones que hostigan y de todo ese color, recuerdo que antaño, aunque no me gustaba, creía que era como triste no adornar y entrar a ese caótico mundo de las festividades, pero la verdad es que no, y no me avergüenza aceptarlo, aunque claro, es bonito ir a la casa de mamá y tomar una bebida caliente mientras lees o ves televisión y el árbol prende y se apaga, prende y se apaga, pero es solo un día; estoy en una etapa (hasta ahora la más prolongada que parece no ser uno de mis arranques de locura) de minimalismo con un approach en lo sentimental, en lo emocional, en lo laboral, yay, claro, y bueno, en varios ámbitos. Quiero aclarar que desde antes de la incursión de las cinco eses (5s´s) en el trabajo, ya estaba yo incursionando a esto del minimalismo, ahora sí de verdad, súper curiosamente mi mejor amigo me había mandado un vídeo de lo mismo: “No tiras nada, porque sólo tienes lo necesario”, ¡claro!, como me dijo la terapeuta “me había caído el veinte”, aunque supongo que debe existir una palabra que signifique lo entiendo porque hablo español y lo puedo entender y otra palabra que signifique ahora lo entiendo porque lo he hecho parte de mi proceso cognitivo… ¿podría ser aprehender?, creo que sí.


Y ya, me gustaría decir que este es mi último post del año y que los dejo descansar de tantas nimiedades y renglones melosos y fastidiosos pero no prometo nada, que a mí tampoco me agrada tanto derramarme en las páginas eh, no me gusta lo que “escribo”, y si ustedes se fastidian de mí, de verdad no tienen idea de lo que es fastidiarme conmigo misma, aunque graciosamente algunos parecieran que lo disfrutan, hace unas semanas en una cita, mi cita, precisamente, me preguntaba ¿con quién más platicas así, de esto?, refiriéndose a con quién más platicaba de esa manera y de esas cosas, empezamos con cine, pasamos al surrealismo, a la botánica y terminamos en la definición de cada uno de “perfección” (quiero apelar a mi favor que aunque pareciera que esto es una rutina mía, en realidad me he dado cuenta de que me aburro porque pareciera que las personas delimitan el sendero de las conversaciones… por eso siento que me aburro conmigo misma porque, curiosamente, me hacen tocar los mismos temas), a mí me gustó más la mía; por cierto, la de él parecía sacada de un manual de ingeniería, claro tenía que hacerle justicia a su formación; yo no había entendido que su pregunta era retórica y le respondí que con mis dos mejores amigos, con Brave, con mi hermanito, con Porras… hasta mucho después que me dijo que él sólo hablaba así conmigo… entendí a qué se refería.

Y espero que si bien, no lo disfrutan, al menos encuentren las “aches” que me hacen falta y las comas de más o de menos (BTW, gracias Jims, sé que jamás me lees, pero igual te agradezco), y si no me disfrutan y les fastidia, pues igual está bien, ahora somos más del team de los fastidiados por  Michelle.





PD. La foto es mi yo bebé, con cara de terror, con un fondo de noche buenas, ¡obviamente era la foto más Ad hoc! *risas*. 
PD.2 No dí recomendación de lectura porque obvio deben leer el post con las cancioncitas de las luces navideñas. 







domingo, 9 de diciembre de 2018

El mar en calma


Recomendación: para leerse después de las cinco de la tarde, con un poco de náuseas, cerca de una ventana y escuchando Tu sombra de Christina Rosenvinge.








A ti te gusta el sol, el equilibrio y las mañanas frescas,
A mí me gustabas tú, tu mirada infantil, y mentirosa,
Tu cabello negro y rizado
Tus pestañas tupidas de dios griego
A mí me gustabas tú.


Nos adentramos en un mar en calma
Nos adentramos como los amantes de la noche, tomados de la mano,
Nos miramos escudriñándonos las infancias y los amores pasados, pero apenas nos descubrimos las construcciones en ruina.
Mi santuario es bello a pesar de que sus glorias son pasadas, aquí el cielo siempre es rosa y el sol dulce.
Mi santuario es de aire tibio y silencios amables, pero no pudiste verlo, tampoco pude ver el tuyo.
Deidad marina de labios de sal, de ojos de ámbar.
Deidad marina, esos mares profundos son tuyos y tú sólo te jactas de pasear encima de tus aguas. Me matas.


Nos adentramos en un mar en calma, buscábamos sin saber qué íbamos a encontrar,
Descendimos mientras nadie miraba, a hurtadillas, cuando sólo las estrellas brillaban.
Nadamos y me pediste que me quedara contigo para siempre. Pero no puedo.


Nuestras naturalezas, indómitas, algunas veces coinciden.
Me gustan tus besos, acariciarte la nuca y mirarte las constelaciones de la espalda.
Nuestras naturalezas se contradicen,
de todos modos beso tu frente,
de todos modos besas mis mejillas.


Me miras con la pasión que encierra tu majestuosidad.
Sonrío un poco, tocas mi cabello y te tomo la mano.
En cien años nos volveremos a ver, mi amor de espuma y rayos de sol.
En cien años, caminarás por el templo que te construyeron, de columnas gigantes y blancas.
En cien años quizá.