jueves, 26 de octubre de 2017

El sol naranja de octubre

Para leerse sin música



Terminar de leer un libro, Marie, inevitablemente me conmueve al llanto, como si después de él la vida no existiera, he llorado con todos, las lágrimas se acumulan y ruedan por las mejillas, con la misma naturalidad que a mi Jacinta le brotan hojas nuevas; esta vez fue El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel, y el desamparo en que me encuentro me recuerda aquellos que fueran amigos míos y que por alguna razón han tenido (o querido) alejarse.

No puedo decir que este sea el momento más feliz o más estable, vivir solo es un verdadero fastidio, no porque me moleste la soledad, en realidad la disfruto, y me siento menos sola escuchando a Nancy comer uno de los caramelos que le regalé del intercambio de dulces de la empresa que estando en casa con mi familia, o con mis amigos, casi siempre tríos en los que no termino de encajar, pero es un fastidio, todo lo que actualmente pasa es ridículo y aburrido; yo no digo groserías, pero “el sistema” (cuatro señoras conservadoras y difíciles de la empresa), mi falta de cariño hacia ciertas personas, mi familia que ahora está un poco lejos, mis amigos de quien me siento distante, este cansancio de hace diez años, la risa de la gente sosa, las playlist que han repetido desde hace tres semanas, sin variar una canción, y la sarta de conversaciones no transcendentales me hacen recordar a Porras (aunque él no se acuerde de mí), y su: la gente pendeja.

En este momento de alienación en el que cada día que estoy por meterme a la cama siento como si estuviera en un hotel, de vacaciones, Nettel ha llegado, no como quien se acerca a darte un abrazo o un beso, no como mamá, ha  llegado como quien se sienta a tu lado en estas tardes naranjas e insoportables de otoño, a acompañarte, sin decir una palabra, sin consejos, sin pretensiones, solo a ayudar a quitar la maleza para esclarecer el asunto… la vida, la mía.

Esta entrada iba a ser de la pesadilla que tuve a las cuatro de la mañana con cuatro minutos acerca de mi hermana y su miedo a un “algo desconocido” en la oscuridad, como soy muy dramática y gusto de ver todo en donde no hay nada, le escribí a esa hora diciéndole con detalle el sueño, también le decía que  podía contar conmigo y que aunque no éramos muy cercanas, podíamos platicar cuando quisiera, por otro lado puesto que jamás lo habíamos hecho, le escribí que no se lo solicitaba, no lo habíamos hecho nunca y no empezaríamos ahora si ella no quería, me respondió a las cinco de la mañana con cinco minutos y eso para mí fue una inevitable buena señal que a las siete de la noche se volvió una mofa de mi cariño (ya muy maltratado, pero siempre vigente) hacia ella, y como siempre, me sentí ridícula y sentimental.

Esta entrada no la tenía pensada y agradezco las burlas, las percepciones, y toda la hostilidad industrial que me llevó a sentir y a escribirla, agradezco infinitamente que Ale y Víc sean de mis amigos más entrañables y que Víctor me prestara este libro, que sí, voy a comprar y sí, es de mis favoritos.

Puse el celular en modo avión porque terminar un libro me parece un acto de amor y atención total, y era momento de liberar algunas sensaciones inentendibles por medio del agua. Así todo se quedó de lado en este momento, los cariños no correspondidos, y los que no voy a poder corresponder jamás, la felicidad y salud que mi madre me obliga a expresar tengo o voy a trabajar para tener (amo a mamá  pero no me gusta no gustarle), la fuerza que Sandy quiere que tenga, el ánimo feliz que mi jefe me dice me caracteriza y últimamente “estoy perdiendo”, mi desencanto de los veintes y de las personas, mi incompetencia, esos te quiero que me exigen y que para nada logro sentir; solo quedamos Nettel, su estirpe guerrera de trilobites y yo.

Por primera vez en mi vida acepto, gustosa, el hecho de ser un outsider, como le dije a Carlos entre semana, y parte de este octubre es tomar como punto de partida este hecho ajeno a mí, pues a diferencia de las amazonas y damiselas maternas, yo soy un alien, y bueno… eso es maravilloso. Me quedo la empatía literaria, la complicidad en mi bolsa todos los días a lado de mi emulsión de Scott y las lecturas de la mañana, esa primera cita de la página 95, que tuve que compartir  con mis amigos los amorosos (Ale y Víc), de la infelicidad que exuda el cuerpo y que las demás personas intuyen, por tanto se alejan, porque a nadie le gusta la gente melancólica, el subrayar la excentricidad para que esta no se vuelva una cuestión involuntaria, si no asumirla como una demostración de fuerza.


No habrá una metamorfosis milagrosa, y acepto que Cuasimodo siempre me pareció más hermoso que la gitana, de todos modos, todavía tengo las emociones y las palabras hechas bolas en el pecho y en los dedos, pero ahora esta habitación no me parece tan triste, ni mis libros acomodados en la mesa y se me ocurre que la siguiente conversación con Víctor va a ser deliciosa.





martes, 10 de octubre de 2017

La casa de la abuela de Javo

Para leerse con: El último café de Roberto Goyeneche,  canción sugerida por Javier Macías (nicefkngcovers)





Te escribo estas líneas en mi habitación porque la compañía me resulta aburrida, las mujeres de afuera, todas ninfas hermosas que le siguen rindiendo homenaje a los genes de las generaciones pasadas, platican de anécdotas familiares que  la mayoría de los esposos desconocen, aún así todos ríen, yo las amo a todas, pero lo hago por el pasado que tuvimos juntas, porque las admiré, porque viví con ellas y con ellas crecí, sin embargo llegada esa edad de las cosquillas en el vientre (y para muchos otros, más abajo), nuestras vidas se separaron y a cambio de las risas infantiles que fueron engendradas en sus sanos, y seguramente, preciosos úteros, se secaron y ahora son hermosas mujeres y ya. Venus, me atormenta tanta belleza tuya en este cuerpo de mármol que apenas se calienta con los rayos intensos de Apolo, qué puedo hacer si eres de piedra, qué, sino rendirte mi ofrenda recordando que alguna vez tus mejillas eran rosas y eras pensante.

Los cuellos de las camisas, los bebés, ¡ay esas pequeñas vidas preciosas por las que las de ellas valen la pena!, la mejor manera de cocinar pollo, los chismes de las primas lejanas y sus amantes, licores, experiencias, hay varios temas en la mesa y ninguno se queda en mis manos. Ninguno, sólo el aburrimiento de ellas y de la conversación, muerta.

Intento despedirme de estas escandalosas porque me desespero y el tiempo que hemos platicado creo, ha sido suficiente. Recuerdo que olvidé mi gabardina y es mi favorita, pero ahorita hace frío y puedo prescindir de ella.

 Antes, quiero decirte que la única cosa que me quedo es el recuerdo de la casa de su abuela. Yo estuve  en la fiesta sin estar, como siempre, con los sentimientos escandalizados porque esta casa vieja tiene algo que te entra por los poros y te inspira a guardar silencio, cerrar los ojos y hacer alguna promesa estúpida pero sublime. La habitación donde colocamos las cosas tiene dos camas, si te sientas en la que está próxima a la ventana, y te abrochas las agujetas en dirección a la puerta, verás que la colcha de la cama de enfrente es de un rosa pastel  añejo con rosas y sus hojas verdes bordadas, sí, con ese bordado que hacían las mujeres de cuyas vidas nos quedan fotografías viejas en sepia, no sus nombres, porque ya ningún integrante de la familia lo sabe, sólo las fotografías. Yo por supuesto no me atrevo siquiera a pensar uno para llamarle de algún modo. Son la abuela y la bisabuela, con sus historias que se murieron con ellas.

Y en esta casa la luz es diferente, las plantas crecen caprichosas escondiendo secretos, el patio, desafiante te invita a contemplar su color ladrillo, el cielo de Toluca se nubla y deja ver sus colores blancos, azules y la gama de gris. La cortina de la habitación turquesa se mece con la corriente que seguramente se escapa de alguna rendija de la ventana, cortina larga y porosa, blanca con polka dot de tonos pastel, la casa completa susurra; yo no entiendo porque esta casa no es mía y no me liga nada a ella. Aunque puedo jactarme de notar su peculiaridad y su atmósfera de realismo mágico.

Y quizá se queden todos los recuerdos y las complicidades entre la humedad de las paredes, asomando la nariz en las cortinas de las ventanas que dan al patio, esperando al otro lado de la terraza al aire libre, pero no importa, estas son las cosas que a nadie le importan, por eso la luz ilumina distinto esta casa.

Y ya, te escribo estas líneas en mi habitación con la estrella fugaz de lado derecho, junto a la escultura griega y el jarrón de flores que mamá insiste en poner siempre a sabiendas de que no me gustan las rosas, y te prometo que entre las mujeres secas que platican en el comedor, esperando a escondidas que les presente al “amor de mi vida” (como si sólo hubiera uno) y esta conversación de cáscaras de nuez que no sirve de nada y no lleva a ningún lado, mi café cortado es delicioso.


Yo, hoy, puedo regalar la luz que reposa en el mantel de líneas blancas y azules, nada más que luz y un adiós legítimo.


Ilustración sugerida por Javier Macías

jueves, 5 de octubre de 2017

05 de octubre





Estás en cada color, en los amarillos y los verdes con tu sabor a cardamomo y tus labios de mango.
En los azules, morados y magentas de las moras de tus sentimientos más arrebatadores, de tus caprichos y las emociones que te golpean cada tarde.
En el rosa, fresas y cerezas de tu ingenua mente, de tus dulces besos.
En el naranja de la mandarina y en el rojo de las grosellas.

El amor se mutila por estúpido, porque deja de sorprender y a nadie le gusta la gente triste.
El amor  se vuelve un desastre de colores lechosos, de una belleza insoportable, que debe morir.
Al amor se le escapan los aromas, las tonalidades, los besos y todas las tristezas.

Fuiste creada con la arcilla de la debilidad y cocida con el calor del horno de los patrones de tus ancestros.
Mujer de triángulos fértiles

De pensamientos erráticos y controversias

Mujer de días cansados y cabello oscuro

Viene el otoño que tanto te preocupa…




domingo, 1 de octubre de 2017

No te llamas como dices

Para leerse con Faculty of Fears de Lightspeed Champion




Chula, ¿no decías que te valía madres y que te amabas y que no estabas seduciendo a Carlos? Es que estoy fumando y te veo ahí sentada en crisis porque una persona te llama mentirosa, ¿pues no que no mentías?, me encantas mientras te miro los lunares, las lunas y los ojos. Mentirosa.

¿En el estómago? Mi amor, la crisis, el ácido clorhídrico burbujeante, antídoto de las mariposas o esos bugs que te salen en el vientre, hasta dudo que te llames como dices, tiemblas y haces memoria de cada acto... y sí, qué más da, colocar un manto de seda a la escultura desnuda de mármol no te quita la certeza de su desnudez. Sí, eres una mentirosa, y es la primera vez que lo aceptas, ya dilo,  así como te las arreglas con los: me gustas, ahora sé el vaquero que presumes ser (porque aparte de mentirosa, eres un fantoche, el mejor fantoche, dice Axel…) y dilo.

En medio de la crisis de los 20´s, o tu montón de pretextos, toda la tristeza y ansiedad contra la que lidias, creíste que el cariño te podía hacer fuerte, y te vi intentarlo, llorar en las noches por el cansancio y la frustración de los días comunes, queriendo atacar esta enredadera por las flores, no por la raíz.

Y mentiste con dolo, sabiendo desde el principio que no ibas a poder, así seguiste, así dijiste nos vemos la siguiente semana, y aunque tenías en mente que la siguiente semana llegara, ya no pudiste.

Eso en la historia de todos ellos. En la tuya cariño, te me antojas una mujer valiente, tu estupidez coronada con flores es un acto de sinceridad; cuando todo señala que ellos son "el indicado", con quien debes estar y que si dices que no, te vas a equivocar, cuando esto pasa, a sabiendas de toda la insanidad, decides terminar con las rosas, las hojas, las ramas y las raíces.

Mentirosa, deliciosa, fruta.
Me encanta tu piel de canela y chocolate que confunden con leche y azúcar, tus labios de durazno que mienten, que mienten pero no se mienten. Qué bueno que aceptas la verdad.

Mentirosa. Maldita, contigo nunca se sabe si estás mentando la madre o seduciendo, ya lo decía Carlos, y en efecto, contigo nadie sabe; tú sí, mi querida, tú lo sabes, sé valiente.


Después de la crisis, nada importa, lo único que quieres es tomar un baño de leche tibia, flores y azúcar, y hundirte en el sopor del vapor endulzado; es que todos los zapatos son incómodos, los vestidos, inapropiados, los enamoramientos, complicados, y a ti los conflictos no te van.







Ill. by Sara Herranz