sábado, 19 de agosto de 2017

El clima insoportable de Toluca


 Para leerse con Feel It Still de Portugal. The Man




Antes del té verde

A las tres de la tarde me odio por elegir el atuendo más inadecuado (como todo, como siempre), a esta hora pienso ese montón de cosas feas, primero, la más frecuente y legítima: me detesto, a pesar de que me fascino conmigo misma, me detesto, qué ganas de disolverme con el aire... Ay clima odioso de Toluca.

¿Qué más estoy pensando? Futilidades, claro. La incomodidad de la ropa, los jeans, el jérsey azul de angora y cuello de tortuga, inmenso: ningún lunar al descubierto, ningún encaje visible, los botines bajos, cómodos pero incómodos, cincuenta vestidos y todos me dan ganas de sangrar y morir; creo que es parte de la adultez, ¿no?, querer estar en ropa interior todo el día, acariciando los pensamientos que se resbalan lentamente por la blanca habitación con aroma a rosas, porque mamá siempre me deja flores en la mesa, flores y chocolates.

¿La persona a la que más, más quiero?, esa es fácil, es mamá; después me encargo de aislar los sentimientos que tengo por cada persona que llegó a la carpeta de "CONFLICTO", ¿Carlos me gusta?, sí, me gusta; ¿Edgardo?, uhm, también, ¿Javier?, sí, creo que sí, todos me gustan, me gustan como me gusta el helado de grosella, como a todos les gusta, aunque el que me encanta es de pistacho (entiéndase que el “él” de labios de pistacho… no es fácil de conseguir), ahora que todos están puestos en el anaquel de los "sentimientos", cada uno en su sitio con las etiquetas de enamoramiento correspondientes... ¿Por qué quiero un gato?, lo va a cuidar Jimbo o qué.

Después del té verde

Es increíble que existan personas a las que sus abuelas les compran blueberries para congelarlos y comerlos a cucharadas, el mismo que saca a pasear a Kita con audífonos, el mismo que escucha Errol Garner. La misma persona que ahora sólo va a Tenancingo una vez a la semana. El Haro de un agosto de casas amarillas y jacarandas.

Le quito el celofán al libro del curso de Jimbo, El llano en llamas, y ahora cada palabra de Rulfo me recuerda a ti, siento como si tú narraras las historias, con tu acento de Michoacán y todo, me respondes que Rulfo patentó la depresión, la depresión tropical. No sé, a mí me gusta sentir como si tú leyeras el libro.


En el ponche de frutas

El universo nace a partir de ti
Con los perfumes de tu vientre
En tu ombligo, origen, piel de miel y leche
Ese es el sitio donde se guarda la semilla
Se caen los pétalos y en esa bolita están las que mañana serán tus estrellas



Nada me importa, lo único que quiero es tomar un baño de leche tibia, flores y azúcar, escuchar un jazz de Parker y hundirme en el sopor del vapor endulzado; es que todos los zapatos son incómodos, los vestidos, inapropiados, los enamoramientos, incómodos, y a mí el calor no me va.



Ill. de EriCKa Lugo



miércoles, 9 de agosto de 2017

La risa de la gente pendeja


Mientras escuchas The Rosewaters · Heartstone




La técnica es ladear la cabeza y que esa melena lacia y sedosa se sacuda “graciosamente”, la técnica también incluye decir en con la voz más falsa esas frases como “¿no manches, en serio?”,  seguido de las risas de chica mitad garza, mitad… mitad chica.

Ama el rosa, todos los rosas, su lapicera es rosa (quién en el trabajo usa lapicera para empezar), su lipstick, los zapatos, la funda del celular, la chamarra, el suéter, la blusa.
No lo sabe, apenas lo luce, apenas lo sospecha pero algunas personas vemos en sus ojos toda la maldad, de esa que te hace jugar con los corazones más inocentes, estúpidos pero inocentes. Jamás llora por un chico y tiene la certeza de ser una cabrona (yo no digo groserías, es Lalo diciéndolo por mí) porque nunca se ha permitido la introspección y le da lo mismo pensar que no hacerlo, pues porque es jueves de alitas.

Su risa es una mezcla de perfume cítrico y labial nacarado, y yo, a pesar de mi aversión por el rosa pop, no soy tan distinta de ella…es por esta estupidez, esta insistencia vergonzosa de migas de importancia y dolores de cuerpo.

Insisto, aunque no quiera, en que eres la trementina nocturna que acicala el brillo de las estrellas y el desamparo en el que me encuentro acogida por el menguante resplandor de tu perfil, que jamás alcanzo, acaba con mis días, con mis fuerzas, con la vida.

Te apareces entre neblinas, jugueteando con la descomposición de la luz, te vuelves un sopor de anís y vainilla, te escapas, luego, entre la bola de nieve que se mece con el viento en el jardín y te vas.

Y mientras los de enfrente ríen y quedan para salir, a mí me sobran las canciones que te gustan y tus pláticas sin interés.

Me queda este jarrón de vidrio con las flores de nieve sin ninguna promesa.