Mientras escuchas The Rosewaters
· Heartstone
La técnica es ladear la cabeza y
que esa melena lacia y sedosa se sacuda “graciosamente”, la técnica también
incluye decir en con la voz más falsa esas frases como “¿no manches, en serio?”,
seguido de las risas de chica mitad
garza, mitad… mitad chica.
Ama
el rosa, todos los rosas, su lapicera es rosa (quién en el trabajo usa lapicera
para empezar), su lipstick, los zapatos, la funda del celular, la chamarra, el
suéter, la blusa.
No lo sabe, apenas lo luce,
apenas lo sospecha pero algunas personas vemos en sus ojos toda la maldad, de
esa que te hace jugar con los corazones más inocentes, estúpidos pero
inocentes. Jamás llora por un chico y tiene la certeza de ser una cabrona (yo
no digo groserías, es Lalo diciéndolo por mí) porque nunca se ha permitido la
introspección y le da lo mismo pensar que no hacerlo, pues porque es jueves de
alitas.
Su risa es una mezcla de perfume
cítrico y labial nacarado, y yo, a pesar de mi aversión por el rosa pop, no soy tan distinta de ella…es
por esta estupidez, esta insistencia vergonzosa de migas de importancia y
dolores de cuerpo.
Insisto, aunque no quiera, en que eres la trementina
nocturna que acicala el brillo de las estrellas y el desamparo en el que me
encuentro acogida por el menguante resplandor de tu perfil, que jamás alcanzo,
acaba con mis días, con mis fuerzas, con la vida.
Te apareces entre neblinas, jugueteando con la
descomposición de la luz, te vuelves un sopor de anís y vainilla, te escapas,
luego, entre la bola de nieve que se mece con el viento en el jardín y te vas.
Y mientras los de enfrente ríen y quedan para salir, a mí me sobran las
canciones que te gustan y tus pláticas sin interés.
Me queda este jarrón de vidrio con las flores de nieve
sin ninguna promesa.
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