sábado, 19 de enero de 2019

Insolación






Las paredes de los estacionamientos son rosas, sus letras son rojas, los cielos de diciembre, azules

Tus párpados los delineas de amarillo, tus mejillas son rosas, y tus pasos a toda prisa, desesperados.

Los recuerdos son hechos, legítimos, claros.

El calor es insoportable, tus besos son tibios y tus labios están secos.
Cada beso es un lirio morado sabor a naranja,

Te acercas con tu cabello ondulante y tu cinismo exagerado.
De alma verde, de mar atrapado.

Es el invierno, el calor y el paisaje dorado, todo en el aire.
Estamos en calma.
Despertabas de la siesta, desnuda, mirabas hacia la pared blanca, mientras retirabas la cobija de lana, y yo veía tu espalda.

Los lunares de tu espalda son tuyos, pero en estas líneas son míos, todos, miraba cada uno con detenimiento, para que cuando ya no estuvieras a mi lado, los tuviera en mi mente.

Tu espalda, con aroma a bergamota, del perfume que usas de varón, tu espalda tibia, tu espalda liviana, tu espalda de aire y soplo vital.

Este sol en el que vives, en el que me tocó conocerte, ¿es el sol bajo el que siempre has vivido?, ¿a cuántos más has amado, Michelle?, ¿a cuántos más les has dicho frambuesa?

Tus ojos de ámbar por las tardes, de gato montés en las noches, de niña en las mañanas.

Tu soledad, que no alcanzo, que no distingo, que no entiendo, te daría mi vida invocando las tres letras de tu nombre, te regalaría todos mis cumpleaños, mis triunfos, no mis miedos.

Te recuerdo algunas veces en momentos específicos del día, cuando percibo tu perfume en alguna mujer, cuando veo las librerías, cuando hablan del minimalismo en la arquitectura.

Te recuerdo cuando todo se vuelve dorado por el sol, cuando cierro los ojos, cuando caen las hojas y cuando mis amigos fingen no darse cuenta que pienso en ti, y me pregunto ¿tú me recuerdas?, ¿tú piensas en mí?






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