viernes, 30 de marzo de 2018

La more


Sugerencia de lectura: Therapy de Khalid 





A la more, que en realidad no es morena pero le llaman así porque se notaba una diferencia con su hermano rubio y su hermana del color de la nieve, las mañanas se le pasan recogiendo sus vestidos, limpiando su habitación y regando sus plantas, haciéndose agua de arroz con canela y cortando la fruta del huerto, las tardes cuidando los vegetales y quitándoles las babosas que carcomen las hojas de los betabeles, las acelgas, calabazas y sandías,  las noches… esas se le pasan lento, lentísimo, oye los grillos de las flores, el choque de las hojas, hasta  oye a su corazón golpetear confuerza.


La primera vez que algún cretino le partió el corazón su madre le preparó jugos de fresa, sospechando que le faltaba azúcar, -toma niña, y le daba un beso en la frente, pero era primavera, no tenía falta de energía tenía falta de aire fresco.


Esta vez, y con este cretino las cosas no eran diferentes, estaba tranquila, pero de repente la asaltaba un arrepentimiento febril, una culpa luminosa, despejada por la tarde y su temperatura más baja.


Qué dichosa era la more sin ser consciente de su maravillosa capacidad de amar, su respuesta con las personas que amaba ante las situaciones “difíciles”, como dicen los adultos. Generalmente disfrutaba recordar de él sus labios, los abrazos, los besos, pero es primavera, todo se cura comiendo fruta, ahora la more ve su reflejo en la laguna mientras refresca sus pies, le muerde a la rebanada de piña y el jugo se resbala en su piel, lentamente; ha dejado de sentir cosquilleos en el corazón, en el ombligo, más abajo.




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