
El deseo es la luz que entra por tu ventana,
que se instala en tus párpados mientras duermes.
El deseo es la sábana que recorre tu cuerpo:
tus hombros,
tus muslos.
El deseo se tiñe de naranja en otoño,
y se precipita en el vacío de tus adioses.
En la silla, tu ropa del día pasado;
tu valor y tu alegría,
la bocanada de aire que te falta
y los días que ya no fueron.
Sé que piensas que hablo de ti
cuando te miras desnudo frente al espejo,
pero todo habla de mí misma.
Sabes que todo se trata de mí:
tu herida en la espalda,
el aire que te falta,
los días que no volverán.
Y, sin embargo,
no sabes que todo se trata de ti
cuando me miro desnuda frente al espejo:
este ridículo agujero en el pecho,
la luz que me atraviesa,
que me lastima,
que me adormece.
Todo trata de ti.
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