Para leerse con Cherry Cola de Jon Kuwada
La chula juguetea con los corazones, los inocentes y
los que no son tanto, los toma en sus manos, los besa, los acaricia y después
los come… yumi.
Los muerde lentamente, cerrando los ojos y sintiendo
con placer la sístole y diástole. Bum, bum, bum.
Después todo el caramelo inunda sus papilas gustativas
egoístas. El caramelo recorre cada florescencia y no puedes evitar admirar las
venitas azules de sus párpados cerrados, mientras te descorazona.
Mientras te descorazona disfrutas el daño, disfrutas ver sus labios rosas mordiendo y nutriéndose con ese amor que te causa estremecimientos.
¡Si no respiras, te desmayas!
Ves el lunar en su mejilla, más abajo el lunar en su
cuello, un poco a la izquierda el lunar
en su hombro, cada uno de ellos invitándote a ser tocado con esa boca tuya que
empezó jugando y terminó por ceder y ofrecer tus latidos a cambio de un segundo
más. Sientes su respiración cerca, tan cerca de ti, su risa de arcoíris diciéndote
que si se lo permites, te va a
destrozar, aceptas porque no puedes existir de otro modo. Aceptas, ush… qué
falta de firmeza.
Cierras los ojos, y ese cuerpo de marfil, juguetón y
travieso, se acerca. El niño chiquito y bonito, el señor de los anillos, el
tonto y loco, el lame platos y el mata piojos, ¿qué?, le preguntas, ella te
susurra eso mientras le tocas las puntas de los dedos.
La cadera -la tarde se vuelve de toronja-, la cintura –tu
empiezas a florecer-, la acercas a ti en un intento de no perderla, de sentirla,
de tenerla, pero sabes que es como esos colores que se ven en la blanca pared
de la habitación, no puedes poseerla y cuando el sol deje de entrar por esa
ventana, como el espectro visible, ella se habrá ido y te quedarán sus labios
con sabor a coco-vainilla y una risa burlona. Ilusiones cariño, ilusiones y tú.
La acercas a ti, suena el tránsito de la ciudad.
La acercas a ti, más, qué tarde tan calurosa, aunque
es otoño.
El velvet del vestido.
El aroma a bombones.
Los labios que se acercan sin besarte.
Un cerezo de dolor brota en ti, una florecita blanca,
otra, otra.
El velvet del vestido, un holán, el plise… el
dobladillo, una costura.
Una costura, el dobladillo, la pretina… el short… el
ombligo.
She´s your cherry cola
En la pared, tu sombra y un agujero, ligeramente a la
izquierda de tu pecho, por donde se filtra la luz turbia de la tarde. Piña para
la niña y el pecho agujerado para el enamorado.
Sus ojos de avellana en la ventana. Mirada serena,
piel de azúcar morena antes del beso, piel de caramelo después del sol.
Con el dedo anular se limpia de la comisura de los labios
el néctar de tu corazón que le ha ensuciado un poco. Y miras como lo acerca a
su boca, es que eres tan dulce, que no se puede desperdiciar nada.
¿Qué es el amor?, ¿en qué color de celofán viene
envuelto?, ¿a qué sabe?, ¿puedes hacer origami con él o debes guardarlo en esa
caja de “cosas para recordar”?, ¿se lo puedes contar a tus amigos o es un
secreto?, ¿viene con relleno de fresa?, ¿se toma con leche fría o chocolatada?
Se acomoda la última horquilla y el holán del vestido.
Te sonríe.
Se va
Esta menina te
deja la bubble gum de tutti frutti, el amor y se va.
Il. de MOON BACON
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