martes, 28 de noviembre de 2017

Invierno



Solo quiero que sepas, dentro de la amargura y melancolía de tus cuatro paredes se encierra una mujer muy bella y muy inteligente, y que a reserva de que me contradigas con algo brutal, eres casi perfecta (casi porque no reconoces tu totalidad). Te quiero desde junio y a veces me gustas, a veces te odio, pero siempre serás mi sol de invierno, Brave 2017 






¿Qué tan insoportable será el invierno de este año?, desde que cumplí once, los inviernos se han visto envueltos en una atmósfera tensa de cenas navideñas, regalos, envoltorios, dulces, adornos, sonrisas que se colocan en la cara, exclusivamente para estas fechas, luces, nacimientos y peregrinos, todos los primos riendo, todas las tías cocinando, todos los tíos con las manos en las chaquetas de pana o ante.

Yo no entiendo cómo a la gente, una vez alcanzada la “edad de la razón”, estas cosas pueden gustarle, no me molesta y lo respeto, sin embargo desde los once años, lo que más he querido en diciembre ha sido huir. Recuerdo una navidad, cuando todos estaban durmiendo, y yo me quedé frente a los ventanales del comedor de la casa materna, pensando que en un futuro pasaría la navidad sola y sin ninguna esfera ni caramelo que pudiera recordármela. Sola viendo las estrellas y sintiendo el frío en la nariz, como esa noche, sin sentir que me asfixio pensando en mi acreditación yellow belt, el vestido de fin de año (que aún no termino y cuya fiesta es en dos semanas), las citas que tengo para ver a los amigos que ya hace tiempo no veo, el proyecto de los vestidos que tengo pospuesto, en los horrores que hice en el otoño (este año), pensando en los trámites de vacaciones y de proyectos que deben efectuarse antes de cierre de año, o sin sentir el desenamoramiento que duele más que el enamoramiento… sin sentir esta adultez pesada y fastidiosa de hacer la despensa y ver el paisaje del invierno que se acerca, seco, con el sol de Toluca que quema y que hiere los sentimientos.


Bueno, tantas cosas, el invierno me agrada por ese paisaje tostado y límpido, que te abraza diciéndote que todo estará bien, que tú estarás bien, es como desfasarte y protegerte a ti mismo con una versión tuya más capaz que tú, que deja dentro esa pequeña frambuesa dulce y tierna que eres.


Menciono que hasta los once años me alcanzó la ansiedad decembrina porque antes de esto no fue así, recuerdo las navidades no con el esplendor de la señora de Mellyn, pero sí con el cariño de una infancia coronada con toda la imaginación que me ha caracterizado desde siempre, en la casa de la tía Nena, con el jérsey más raro y más divertido… la trenza sencilla a media espalda y los ojos llenos de luz, las caricaturas de un cartoon que me conmueve al llanto y la caja de crayolas y colores para hacer las cartas de navidad, en el sillón con la ventana apuntando al floripondio color rosa y el patio inundado de sol invernal y un montón de gatitos blancos con ojos azules, con Mar era otra cosa, por supuesto no me hago responsable de sus impresiones, probablemente en ese momento ella ya estaba perfumada, con el cabello rizado y usando ese vestido verde esmeralda con bonotes de perlas que usó Andrea aquel verano en el que se resbaló y se mojó en la calle del pueblo… no sé.


La casa de la abuela materna también sirvió de escenario en estas fechas, las reuniones de toda la familia, los platillos, las risas y licores… ugh, todo ahora me parece insoportable, ¿habrá influido que mis regalos de intercambio nunca me gustaran?, no sé.


La casa de la Chinchana, la otra abuela, también… sí, también me trae recuerdos, el primo aquel con el que apostaba que me comería el mundo, haciendo travesuras, cantando a medias en las posadas, porque nadie me pellizcaba como en la familia materna, y estaba extrañamente consentida por algunas de mis tías, cosa que tampoco pasaba en la otra familia donde los querubines lo son por su belleza y bueno, yo claramente no era uno de esos ángeles regordetes, sin embargo en la familia paterna, a pesar de todo lo malo que puede tener, parece que se adivinara una especie de autenticidad en las personas, salvo con los chicos porque suelen alabar a los niños, sin embargo aquí a pesar de la belleza y el carisma de mis hermanos, he podido defenderme.

Pero, este año, lejos de la casa materna, ¿qué tan insoportable será el invierno?, me desmoronaré, seguramente, pero no creo que por las mismas cosas, esta vez me llena de hastío y amarga tristeza la soledad de comer y hacer la despensa, ¿debo comprar pop-tarts de fresa o mejor bisquets de chocolate, puedo comprar vino blanco, le llamo a Mar para que coma conmigo, cancelo todos eso almuerzos con las personas a las que por alguna extraña razón les gusto, por qué Rafael jamás me volvió a hablar, que yo lo haga resultaría ridiculísimo?


El otoño se despide con su halo de “cosas raras que pasan en octubre y noviembre”, lecciones aprendidas en cuestiones sentimentales que más bien diría sentimentaloides, me sigo sintiendo rara de vivir sola y creo que en invierno hasta el aire me va a doler, y ¿por qué en Toluca muchas personas descuidan sus sábilas y dejan que les salgan esas feas flores naranjas?

Yo de momento renuncio a tomar café con cualquier persona que me asegure que le gusto locamente, no porque no le crea, no solo por eso, aunque tampoco soy tan imbécil, creo que estoy fastidiada de las personas aburridas, correctas, correctísimas pero aburridas, de esas ganas de querer hacer daño, de matar el tiempo…

Siempre he preferido a mis amigos y seres queridos, pero a los de verdad queridos, y ahora, con esta sinceridad que he ganado, hacia mí misma, aunque de vez en cuando lastime a algún dependiente emocional, quiero seguir conociendo personas, pero esas de las que aprendes, a las que puedes llegar a querer, sin que te gusten.



Quiero un compañero/a de viaje con quien platicar de nimiedades que se convierten en la parte medular de la vida, el perfil iluminado por el sol de la tarde, el color del cielo, la frase que resonó del libro que lees, el viento, las flores pequeñas de los campos de maíz, la tierra, los árboles, el frasco de mermelada… quiero platicar y querer de eso modo fraternal, ¿dónde está la gente que no está vacía? Porque de pedas, de escuchar cómo critican a los compañeros de secundaria, y de los crushes de tinder, música fea, películas comerciales y de NADA, ya me harté…de comer pretzels mientras pienso que le fallo a mamá.




Me tranquiliza hablar con Ale y Víctor y este querer de tantos años,  salir con Sandy y Perlita, sentir su cariño, hablar con Porras, admirarlo y también, querernos. 




A Bravo, mi primo perdido, por ser una pared amarilla, hermosa e iluminada por el sol, una pared hermosa en el verano.  







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