domingo, 25 de noviembre de 2018


Es como el sonido que emana de una caracola  y yo estoy expectante.
Es un sonido limpio
Es un placer limpio

Es la poca luz que entra por esta habitación blanca
Es el silencio de la noche que, a medias, ennegrece el cielo
Un poco de naranja, un poco de azul, la mayoría negro

El aire se vuelve frío pero el ánimo se siente confortable
Corro para alcanzar al taxi, el abrigo largo, el cabello suelto y por primera vez, bien peinado. Sé que esto es un espejismo, aunque me gustes, la noche ha sido mía y seguirá siendo solo mía.

Es curiosa la expira, pasan los minutos, los de la tarde más de prisa y estamos a punto de terminar, podrías responder, podrías decir algo y yo contestaría, pero conforme avanzaron los minutos, el amor se fue volatilizando, ahora quedan hechos, y contra ellos no puedo hacer nada ni remitir, quedan hechos objetivos.

Ahora pareciera que el análisis no se profundiza, porque las explicaciones y las necesidades son identificables e irrisorias. Mi hemisferio izquierdo ahoga cualquier señal de posibilidad. Se escucha el sonido de los carros que avanzan, se siente el frío de la temporada, se siente una atmósfera como de inevitable esperanza steam punk, no es algo que controle, hasta me incomoda.

Se resbalaron los minutos y ahora solo quedan, desnudas, las imposibilidades, queda el aburrimiento, el desencanto precoz, el trabajo, la tarea… Una aniquilación de la que se encarga cada caballero con cada risa, cada palabra, cada acto.

¡Qué desastre!, este malestar no se arregla con los pasteles de manzana de mamá, ni con las compras, ni con pasta y carne, tampoco quiero vino, creo que es un malestar tan orgánico que no puede evitarse. Estoy pasando un tiempo en la ostra, no sé cuándo termine, se siente bien.

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