sábado, 1 de julio de 2017

En verano

Para leerse con Alt-J (∆) – Matilda



¿Todos sienten este miedo o es exclusivo de los opacos?

¿Todos pueden sentir la proximidad de su desasosiego?



Jimbo mira  por la ventana, como sus dos hermanas, los tres acariciando ese mal metálico. Su padre los observa por el retrovisor: tres chicos tristes que para él son sólo tres chicos, porque la palabra tristeza no se encuentra en su vocabulario, aparte es un invento de la sociedad de los países de primer mundo, ¿Ay Jimbo, crees que estos niños que no tienen para comer se ponen a pensar en que la tarde es melancólica?… la pirámide de Maslow, necesidades básicas y así.

De cualquier modo él no entiende, pero vamos, ni siquiera ellos lo hacen, qué les duele, qué se les rompió; es el verdor insoportable del verano o la humedad causada por la lluvia. ¿Nacieron quebradizos o en el camino algo sucedió?

Su madre ni sospecha este mal generalizado en sus chicos, el paisaje es hermoso, ¡cómo no van a mirar por la ventana! Y ellos… pues miran por la ventana, ya no buscándose, sólo acariciando la confusión que les ronronea en las piernas; se angustian, se desconocen.
Lloran y gritan con el más casual de los silencios, la implosión termina en la destrucción y reconstrucción del universo, día y noche, en la habitación, en el sanitario de la escuela, cuando nadie mira en la oficina, ahorita mismo, en el auto.

Ni el jugo verde, ni las tisanas de jengibre y rosa de Castilla han servido para despejar los miedos y la ansiedad. Amarilla mostaza, fuerte, hermosa, creciendo cada día.

Caminan los fines de semana en pijama por la espaciosa casa, con el corazón cómo mar picado, temiendo no saben con precisión a qué, quizá a la tarea, a los amigos, al trabajo, a la soledad, a la incompetencia, al valemadrismo, a los padres ausentes, al amigo que les gusta a fuerza de verlo tan seguido, al amor frustrado porque es un pésimo momento para enamorarse, al dolor de cabeza.

Ven su reflejo en la ventana, los árboles, el paisaje con sus claros y oscuros, cierran los ojos, respiran como para tomar fuerza.

La tarde es un montón de cristales

Se tranquilizan con el sonido del agua, con el rocío 


Ilustración de Henrietta Harris

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